La composición de un poema lírico debe ser efectuada no en el momento de la emoción, sino en el momento de su rememoración. Un poema es un producto intelectual, y una emoción, para ser intelectual, evidentemente tiene -porque no es de por sí intelectual- que existir intelectualmente. Ahora, la existencia intelectual de una emoción es su existencia en la inteligencia, esto es, en el recuerdo, única parte de la inteligencia propiamente tal, que puede conservar una emoción.
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El hombre de genio es un intuitivo que se sirve de la inteligencia para expresar sus intuiciones. La obra de genio -sea un poema o una batalla- es la transmutación en términos de inteligencia de una operación supraintelectual. Mientras que el talento, cuya expresión natural es la ciencia, va de lo particular a lo general, el genio, cuya expresión natural es el arte, va de lo general a lo particular. Un poema de genio es una intuición central nítida resuelta, clara u oscuramente, conforme el talento que acompañe al genio, en transpocisiones intelectuales parciales. Una gran batalla es una clara intuición estratégica desdoblada, con mayor o menor ciencia, conforme el talento del estratega, en transpocisiones táticas parciales.
El genio es una alquima. El proceso alquímico es cruádruple: 1) putrefacción; 2) dealbación; 3) rubificación; 4) sublimación. Se dejan, primero, pudrir las sensaciones; depués de muertas se emblanquecen con la memoria; enseguida de rubificación con la imaginación; finalmente se subliman por la expresión.
Fernando Pessoa
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